Lo que prometía ser un vuelo corto y sin sobresaltos entre Houston y Orlando terminó convirtiéndose en una experiencia angustiante para los 182 pasajeros de un Airbus A320 de Spirit Airlines, luego de que el piloto automático dejara de funcionar en pleno aire. 1s612w

Todo sucedió unas dos horas después del despegue, cuando el capitán, a través de los altavoces, informó que el sistema automático de navegación había fallado y que el avión debía aterrizar de inmediato por seguridad. A esa altura, el avión atravesaba turbulencias severas provocadas por fuertes ráfagas de viento, lo que aumentó el nerviosismo entre los pasajeros.
El piloto, enfrentado a una situación límite, desvió el rumbo hacia el aeropuerto más cercano con condiciones mínimas para aterrizar sin poner en riesgo a nadie. El destino elegido fue el Aeropuerto Internacional de Pensacola, en el noroeste del estado de Florida.
A pesar de la tensión, el aterrizaje se realizó sin incidentes ni heridos, gracias a la pericia del capitán. Sin embargo, el vuelo que inicialmente duraría poco más de dos horas terminó siendo una odisea de nueve horas, entre el aterrizaje forzoso, las revisiones técnicas del avión y el posterior despegue hacia Orlando.
Silencio por parte de la aerolínea 50y5j
Lo más llamativo del incidente fue el hermetismo absoluto de Spirit Airlines. Hasta el momento, la compañía no ha dado detalles técnicos sobre la falla, ni ha informado si los pasajeros recibirán algún tipo de compensación por el retraso o el susto vivido.

El incidente pone sobre la mesa la responsabilidad crítica de los pilotos, capaces de tomar decisiones en segundos bajo enorme presión, pero también la falta de transparencia de algunas aerolíneas ante situaciones que comprometen la seguridad.
Aunque todo terminó bien, el vuelo dejó una lección clara: el factor humano sigue siendo indispensable, incluso en una era dominada por la automatización.